jueves, 4 de octubre de 2012

Proyecto Voluntariado



El día de hoy, realizamos dos visitas a hogares de ancianos. Uno era exclusivo de hombres, y otro de mujeres. Desde la planificación del proyecto empezamos a realizar colectas de objetos para donar a los ancianos. No fue nada difícil, pues como todos daban algo sencillo, en muy poco tiempo logramos juntar más que suficiente.
 Al decidir irnos a un acilo, la idea me pareció muy buena, porque personalmente prefiero hacer visitas a los ancianos que a los niños, pues tienen mucha más experiencia y suelen estar bastante desatendidos. Me imaginaba personas tristes y alejadas; pero lo que vivimos allí me sorprendió mucho. 
 Las risas y los rostros alegres nos dieron un ambiente cálido y cómodo. Fue increíble como los ancianos viven en un ámbito de alegría y paz.
 En el acilo de ancianos, conversé con un anciano llamado Carlos. Era excesivamente alegre y divertido, a pesar de sus 90 años. La alegría y los ánimos le quitaban unos 70 años.
 En el acilo de ancianos, el ambiente era un poco distinto, pues se veía a las ancianas un poco más solitarias, pero al empezar a hablarles era increíble todo lo que vivieron y pasaron durante sus vidas.
 Una mujer en particular, me impactó con la historia de que su hija, a los seis años había muerto, y la extrañaba demasiado, que todas las noches siente que ella la visita y la acaricia, y le dice que aún no es la hora de que estén juntas. Ella se pone feliz porque su hija es la única que la visita, según ella. Decía que ya no podía ir a la tumba porque era muy peligroso, pero que una amiga tiene una cruz con paños en su casa, y siempre va ahí a rezar.
 Me habló de la apariencia de su hijita, como si fuese que la vio por última vez ayer. DescrIbía su pelo, su cuerpito, su sonrisa, y sus buenas intenciones de vivir.
 Al último, no supe que decirle, pues no pude evitar echar unas lágrimas por ella, la historia me había llegado, pues saber que recuerda tan fuertemente a una niña que murió a los seis años, hace como más de cincuenta años y le sigue atormentando tan profundamente es algo muy impactante. Le dije que hore por ella, y seguramente estará en un lugar mejor.
 A la hora de irnos, le prometí volver, y le pregunté si quiere que le lleve algo, y ella me respondió mirándome fijamente: -A tu hijita"-
 No podré olvidar tan rápidamente esta experiencia, pues antes de ser aburrida o mala, fue una de las mejores que tuve en mi vida.
 Ver que ellos viven tan alejados del ajetreo diario, del estrés del mundo en sí y con los problemas que tienen, y a pesar de eso están siempre con una sonrisa, fue algo alentador.
 Fueron ellos los que nos ofrecían asientos, tereré o agua, nos cantaban y alegraban, y sin duda, nos sacaron muchísimas sonrisas del rostro.
 Creo que es una experiencia hermosa que sensibiliza a las personas; es ayuda mutua, pues ellos también nos regalaron una hermosa mañana sin preocupaciones o mala vibra.
 En este momento, todos estamos relatando lo ocurrido en silencio, normalmente escribimos publicaciones de mala gana, o no lo hacemos; pero esta vez somos todos, los que escogemos las palabras adecuadas, las mejores imágenes, y los más profundos sentimientos para plasmarlos aquí,  para que, si alguien leyera esto, se de la oportunidad de hacer esta visita, que sin dudas saldrá muy lleno.
 La vida es algo maravilloso, y eso fue algo que ellos nos demostraron. El tiempo no pasaba a su lado. 
 Lo que podemos sacar de esta experiencia, es una comparación entre esos ancianitos y nosotros. Nosotros nos quejamos día a día por el calor, por el colegio, o por los regaños de nuestra familia, mientras que ellos están allí solos, sin familia, viejos y algunos enfermos, pero con una gran sonrisa y unas ganas de vivir contagiante.
 Debemos dar más de nosotros mismos y agradecer todo lo que tenemos, dejar a un lado la negatividad, y como dijo Don Carlos, aprovechar la juventud, pues luego se nos limitará muchas cosas.

 "Conozco a un señor siempre dispuesto y atento con ganas de escuchar los secretos de mi andar, no ha sido facil vivir, me lo dijo sus latidos que esperanza de fé cuando me vio por primera vez.
Su mirada era diferente, parecia un niño sonriente, sus manos me acariciaban como si fuera de porcelana, su calor envolvente me protegia como un valiente, me paseaba y me hablaba todas las mañanas y a la noche decia como todos los días, es este tu abuelo que te ama hasta el cielo!"








Cada uno de nosotros, tiene la oportunidad de hacer feliz a alguien. Algo que tambié fue muy conmovedor en la visita, fue que una de las ancianitas lloró al ver que nos íbamos.
 Eso fue muy triste, y nos hacer notar que no suelen recibir mucho cariño.
 El servicio que tienen en ambos hogares es muy bueno, pero a pesar de eso, todos tenemos la necesidad de hablar y compartir nuestros sentimientos, y ellos lo necesitan más que nadie.
 Realmente se pudo notar en sus miradas la sinceridad y la alegría que sentían.
 Es una experiencia muy hermosa que trae múltiples beneficios.

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